martes, 10 de abril de 2007

Eclipse

Pues nada, mientras voy aprendiendo a controlar esto del blog (y para que no os aburrais), iré poniendo algunas de las cosas que he puesto en la WLS Ver. durante estos dos años y que más me gustan (como un Greatest Hits XD). Y empiezo con un relato de vampiros que escribí hace ya dos años (para San Jordi de 2005)... Así que, antes de juzgar, pensad el tiempo que tiene. Espero que os guste ^^ (Aviso: es largo).

Eclipse

El Sol de aquel crepúsculo de primavera le daba directamente en la cara mientras avanzaba por aquella concurrida calle. Su resplandor ya no le molestaba, hacía tiempo que se había acostumbrado a notar su calor en la cara y su color en la piel. Sabía que no le quedaba demasiado tiempo así que buscó a su alrededor un lugar donde ocultarse de las miradas rápidas y perspicaces que poseían algunos de los mortales que se encontraban en la zona. Un estrecho callejón entre dos altos edificios bastó para que se decidiera a utilizar sus habilidades sin temor a ser descubierto. Sin dudarlo, comenzó a correr. Pasaba veloz entre gente que ni se percataba de su presencia, notando sólo un instante de fuerte viento que dejaba perplejos a los más supersticiosos. Ya no recordaba el momento en que había adquirido esos poderes, ninguno lo recuerda, lo único que no podían olvidar sus tan desarrollados sentidos era el momento en que le arrebataron todo.

Cerro la enorme puerta metálica al entrar en el edificio. El eco del golpe se extendió rápidamente por toda la nave. Los últimos rayos del Sol se despedían de aquellos parajes hasta la mañana siguiente mientras Eón se dirigía al centro del almacén abandonado.

-Cualquier día te sorprenderá la noche...

-No me importa y lo sabes-comentó sin inmutarse el joven de oscura cabellera acercándose hacia la trampilla del subterráneo sin prestar atención al fornido hombre que había aparecido de la nada.

-¿No te importa? Creía que todavía te quedaba algo por hacer.

-Mañana es el día-dijo Eón bajando por la maltrecha escalera de madera que llevaba al piso inferior.

-Te admiro, ¿lo harás incluso sabiendo que no saldrás vivo?-preguntó el hombre a la vez que cerraba la trampilla tras de sí.

El último rastro de luz desapareció por el horizonte. Eón siguió por un largo y oscuro pasillo seguido de cerca por el misterioso individuo. De pronto, se paró:

-Gewish, ¿cuánto hace que eres un Desterrado de la Noche?-no esperó respuesta-. Yo no pienso aguantar tanto.

Entraron en un habitación sin ventanas, iluminada por una lámpara colgando del techo. Eón recordó el interrogatorio al que había sido sometido años antes. Fue entonces cuando su clan lo desterró, convirtiéndolo en uno de los pocos proscritos a los que no les era permitido vagar de noche, su castigo era “vivir” de día como los simples mortales, eran vampiros diurnos, los Desterrados de la Noche.

Gewish se sentó. Eón se acercó a él:

-Me dijiste que me revelarías tu crimen.

-Hice planes para acabar con el Jefe de mi Clan-dijo Gewish sereno.

-¿Eso no se castiga con la muerte?-preguntó Eón.

-Mi Jefe tuvo compasión-alzó la mirada para clavar sus ojos en los del joven que se encontraba de pie a su lado-, era mi hermano...

Eón calló, produciéndose un incómodo silencio que el traidor frustrado no fue capaz de soportar:

-El eclipse empieza a las 12,00 PM-se dispuso a presentar el plan de ataque por última vez-, a partir de este momento, y hasta que el Sol y la Luna se alineen por completo, pasarán dos horas en las que ningún vampiro, nocturno o diurno, podrá salir al exterior sin quedar reducido a polvo. La alineación durará veinte minutos. Aprovecha el tiempo, sólo durante este corto periodo todos los vampiros podrán permanecer bajo el mismo cielo. No sabes cuándo tendrás otra oportunidad. Una vez la Luna y el Sol prosigan su camino, cualquier exposición durante las dos horas siguientes será un suicidio. Pero creo que eso no te importa...

-Así es-dijo Eón sin el menor rastro de temor en su voz-. Gracias Gewish, me voy a preparar...

El muchacho se incorporó y se dirigió hacia la puerta de la sala

-Toma esto-Gewish lanzó una daga al chico, que la atrapó girando a gran velocidad-. Con ella intenté matar a mi hermano. Espero que tengas más suerte que yo...

Eón, el castigo por tu osadía es el exilio!

Se despertó. Miró el reloj, eran las 11,30 AM, en media hora comenzaría el eclipse. Cada noche, desde el inicio de su condena, había escuchado la voz de su Jefe haciendo pública su sentencia mientras de fondo se podían oír los gemidos y el llanto de alguien. Comenzó a vestirse y, poniéndose unos guantes negros, empezó a guardar todas las armas que había preparado la noche anterior: un par de pistolas con los cargadores llenos de balas de plata, que situó a los dos lados del cinturón que sujetaba sus rotos pantalones vaqueros; bombas de agua bendita, para ser exactos tres, también colgadas del cinturón; la daga de Gewish en su bota y, por último, su arma preferida, una ballesta con un curioso dispositivo, parecido al cargador de una pistola, que él había inventado, no era automática, pero solo tenía que pulsar un botón para recargar el arma. Miró el reloj, las 12,00 PM. Se sentó a esperar. El eclipse había comenzado.

La población se reunía en los lugares desde donde se podía observar mejor aquel insólito espectáculo. Ningún vivo recordaba el último eclipse total. En el momento en que el satélite ocultó por completo al astro, dejando visible de este sólo la corona solar que destacaba en la oscuridad más absoluta, una fuerte y rápida ráfaga de viento fue notada por algunos curiosos que se agolpaban en uno de los numerosos miradores que se repartían por las montañas más cercanas a la ciudad. Justo cuando el eclipse se hubo completado, Eón salió a toda velocidad en dirección a su antiguo hogar. Lo que para cualquier desconocido solo sería una vieja mansión abandonada en mitad del campo, para él era su enemigo, su cárcel, su libertad, su destino... su tumba. Frenó en seco y fue subiendo tranquilamente todos los escalones que le separaban de su venganza. Al llegar arriba y encontrarse frente a la puerta de la casa, miró su reloj.

-Quince minutos...-se detuvo a pensar-, me sobra tiempo.

Adelantó su brazo izquierdo hasta que la palma de su mano quedó apoyada en al carcomida madera y, con la mano derecha cerca de su cintura, empujo...

-¡Cómo te atreves a volver aquí, eres un desterrado, no te está permitido entrar en los dominios del Clan!-gritó al verle el vampiro de mayor rango de entre los muchos individuos que le rodeaban amenazantes ahora que se encontraba en el vestíbulo.

-No olvides que lo que suele ocurrir con los vampiros de sangre pobre, no escarmientan...-alzó la voz irónico uno de los presentes.

Todos rieron el chiste. Eón era un vampiro de sangre pobre, es decir no era un vampiro de nacimiento, sino que era un humano convertido, por eso sus finos rasgos no delataban su salvaje naturaleza mientras estaba en la ciudad y podía salir sin temor alguno. En cambio Gewish, vampiro de nacimiento, no solía abandonar el viejo almacén donde vivían los Desterrados de la Noche de la zona.

-Tenéis razón-prosiguió el cabecilla del grupo-, no escarmientan. ¡Esta vez su castigo será la muerte!-sirviendo este grito para que todos los no muertos de la sala se dispusieran a atacar a Eón, pero antes de que ninguno de ellos hubiera podido reaccionar, él ya estaba disparando una tras otra las balas que guardaban sus pistolas mientras esquivaba una y otra vez los desesperados envistes de sus enemigos. Medio centenar de cadáveres alfombraban la estancia, solo el vampiro de alto rango permanecía con vida, tirado, cubierto de sangre, a los pies de la escalera que conducía al segundo piso.

-¿A qué has vuelto?-preguntó entrecortadamente con las pocas fuerzas que le quedaban mientras veía al traidor acercarse.

-A por el mayor tesoro del Clan-fue la única respuesta que dio Eón descargando la última bala en la cabeza del moribundo.

Tiró las armas vacías y comenzó a subir escalones. Antes de que llegara a la mitad de la escalera, el suelo del vestíbulo estaba desierto, solo el polvo lo cubría.

- Yo que vosotros correría-dijo Eón sin inmutarse al alcanzar la primera planta mientras lanzaba al aire las tres bombas que llevaba en la cintura y corría rápidamente hacia el segundo piso.

Una explosión, una ráfaga de lluvia, gritos.

-Yo he avisado-se decía el enloquecido intruso mientras subía por la escalera. Los vampiros del primero no habían reaccionado a tiempo.

-¡¿Cómo osas volver a mi casa?!-gritaba encolerizado la única persona que se encontraba en el tercer piso.

Era un hombre mayor, el poco pelo que le quedaba y su larga barba canosa hacían imposible ocultar su edad. Se encontraba en la otra punto de una gran sala de baile, de pie al lado de un trono. A sus espaldas unas grandes puertas.

-¡No permitiré que pases!¡No dejaré que te lleves...!

-¡Cállate!-le cortó Eón cogiendo la ballesta que colgaba de su espalda.

Una flecha rasgó el aire. Con un ágil movimiento el viejo esquivó el proyectil.

-Te recuerdo que seré viejo, pero sigo siendo el Jefe del Clan-una sonrisa maliciosa se dibujó en la cara del vampiro justo antes de desaparecer.

Eón agudizó sus sentidos al máximo intentando descubrir los rápidos movimientos del Jefe.

-Por mucho que te esfuerces no dejas de ser un humano convertido-susurró el viejo al oído de la persona a la que consideraba la causa de todos sus males desde el momento en que lo conoció, mientras con una de sus largas y afiladas uñas presionaba el cuello del chico y con la otra mano le retorcía el brazo derecho, obligándolo a soltar el arma-. Nunca volverás a notar su suavidad en tus sucias manos de sangre pobre. Me pertenece...

Un codazo en el estomago ahogó la última frase del viejo Jefe, pasando este a estar en el suelo con una daga rozando su pecho.

-Sí, pero ahora es mía-con fuerza Eón hizo llegar el filo del cuchillo hasta el corazón del vampiro que se deshizo al instante entre sus brazos, convertido en polvo.

Miró el reloj. Cinco minutos y acabaría el eclipse. Se dirigió con paso decidido hasta las grandes puertas que gobernaban el otro extremo del salón. Giró el pomo...

-Has tardado mucho-le dijo, sin mirarlo, la joven de blancos cabellos y ojos oscuros que se encontraba apoyada en la baranda de piedra del balcón.

Eón se puso a su lado sin dirigirle la mirada.

-Pero he vuelto.

Silencio.

-¿Es bonito verdad?-preguntó la joven refiriéndose al eclipse que observaba con suma atención.

-Sí, pero ya se acaba-contesto Eón-. Sabes que lo eres todo para mí, ¿verdad?

-Todo hubiese sido diferente si yo no fuese hija del Jefe.

Eón la abrazó.

-Eso ahora ya no importa, estaremos siempre juntos.

Y se fundieron en un largo y apasionado beso mientras la Luna y el Sol se separaban y a ellos se los llevaba el viento.

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